jueves, 8 de febrero de 2007

La gran nevada

El siguiente día hubo una cadena de errores de las que piensas que nunca vas a salir. Y comenzó desde el primer momento: no puse bien el despertador, con lo que el día ya empezó con retraso: primer error.
El jefe me había dicho el día anterior que si nevaba no fuese a la oficina, porque no habría nadie con quien reunirme y por tanto poco podría hacer. Pero llegó la Gran Nevada, y con ella llegó el caos a los transportes. Pero yo me encaminé a la estación de metro porque al no tener todavía el ADSL en casa, lo único que podría hacer es llamadas pero no recibir nada de información: segundo error.

Para insistir, el jefe me envió un mensaje corto diciéndome que no luchara para ir a la oficina, pero yo ya estaba en el andén del metro. Yo entendía que lo de la lucha era una hipérbole hasta que llegó el metro, como con 15 minutos de retraso (hay que tener en cuenta que mi trayecto previsto es de 5 minutos), y en la lucha por conseguir empaquetarme dentro de un vagón, resulté perdedor, me di por vencido y decidí dejarlo pasar y coger el siguiente, que tardaría 2 minutos. Efectivamente, llegó y estaba mucho más vacío y entré sin problemas. Esto debía haberme parecido sospechoso, pero no me di cuenta porque es normal que si llegan dos trenes muy seguidos el segundo vaya más vacío. Pero cuando estuve dentro me di cuenta que se terminaba en la primera estación: tercer error.

Ante eso, en lugar de cambiarme a otro tren, pensé que sería más fácil ir andando, pues la estación no está lejos: cuarto error.

El caso es que seguía nevando, y andar no era nada fácil, pero es que encima me equivoqué de acera, y cuando me di cuenta estaba al otro lado de la M4 y sin posibilidad de cruzar... quintoerror.

Una vez desandado casi todo el camino hasta la estación de partida, pensé que estaba orientado y seguí por una calle amplia que al no tener nieve era más fácil de recorrer. Pero resultó que al cabo de otros cinco minutos resultó que también estaba en la dirección equivocada, iba hacia el sur en lugar del este: sexto error.

Bueno pero la historia tiene un final feliz, porque al desandar el camino (por supuesto, intenté atajar sólo consiguiendo alargar el camino…) llegué a la calle correcta y en cinco minutos más llegué a la estación de Paddington, cogí el tren que me permitió llegar justo a tiempo para la primera reunión virtual del día.

Y con todo esto, cometí el séptimo error, que es no sacar ninguna foto de la nevada, porque no está claro si va a haber muchas más oportunidades de ver Londres Nevado. Y así esta entrada no tiene fotos...

1 comentario:

DSA dijo...

ja ja ja, John Ford habría hecho una gran película con tu relato. NO te recibieron con vítores al llegar a la oficna?, debías ser uno de los pocos. Lo peor de la nevada es cuando se escapan los lobos del zoologico y se zampan a los viandantes.